Hace algunos meses, mientras observaba las fotografías ganadoras del prestigioso World Press Photo, un solo pensamiento acudió a mi cabeza: «Para que un fotoperiodista sea reconocido ha de retratar la fatalidad». Prueba de ello es que viendo las mejores fotos de los últimos 50 años lo que encontramos no es sino un recorrido por la historia más sombría de la humanidad. Guerra, pobreza, racismo, tragedia, enfermedad… temas que nunca pasan de moda y que pos más que nos pese siempre estarán de actualidad.

Esto no es una crítica al fotoperiodismo, es una crítica a mi mismo, a todos vosotros, a la humanidad. Somos lo que somos, y parece que siempre seguiremos siéndolo. El llanto desgarrado de una madre que acaba de perder a su hijo siempre venderá más periódicos que la sonrisa de ese mismo niño jugando días antes en un parque… pero como digo, lo trágico no es que se comercie que ese sufrimiento, lo verdaderamente trágico es el sufrimiento en sí.

Estoy convencido de que el deseo más profundo de todo fotoperiodista es la denuncia, el intento de cambiar lo que ve a través de su objetivo, de que con sus fotografías la gente pueda algún día llegar a entender el verdadero significado de palabras como “guerra”, “pobreza”, “racismo”, “tragedia”, y “enfermedad” entre muchas otras. Ojala algún día, seamos capaces de entender cosas tan simples como lo que cuesta cada gota de petróleo cuando llenamos el depósito de nuestro coche, cada dólar o euro que se destina a un misil y no a un fin social, cada vida de cada hombre o mujer que muere mientras nosotros paseamos al perro. Ojala algún día certámenes como World Press Photo puedan ser un canto a nuestros logros y no a nuestros fracasos.

El próximo 1 de Octubre se abrirán las bases para participar en la edición de 2006. No creo que haya que ser ningún adivino para adelantar que Katrina y el lamentable espectáculo que está dando la administración Bush con este asunto propiciarán una nueva foto ganadora.