El fotógrafo sueco Mattias Klum nació en Uppsala en 1968 y tuvo su primer contacto con una cámara en la adolescencia. En 1986 comenzó a trabajar como fotógrafo freelance especializado en historia natural y ha pasado los últimos veinte años viajando por el mundo y fotografiando escenas del entorno natural de todos los continentes.

Aunque la naturaleza es su punto fuerte, Klum también ha realizado con éxito algunos encargos realmente complejos fuera de este área. Por ejemplo, gracias a la intervención del dalai-lama logró ser recibido por los monjes del valle del Hanle, un remoto rincón de Ladakh en la región norte del Himalaya que el gobierno de la India declaró zona prohibida después de la guerra chino-india de 1962.

Además de National Geographic, su trabajo ha sido publicado en diversas revistas como Wildlife Conservation, Audubon y Geo, realizando también junto a su esposa Monika diferentes proyectos documentales para televisión.

Firme defensor de la naturaleza, aprovecha cada ocasión que le presentada para advertir sobre el modo en el que todo el ecosistema está empezando a desmoronarse a causa del cambio climático. Con dos hijos menores de cuatros años, el fotógrafo se lamenta diciendo: «Me temo que nunca llegarán a ver un arrecife de coral o la selva. Y lo que más me duele es que todavía no es demasiado tarde, aunque seguro que el reloj marca más de las once. Tenemos que parar esto ahora mismo. Está en nuestras manos cambiarlo.»

Cuando las personas se ven influidas emocionalmente por algo, tienden a querer conocer más sobre ello; a protegerlo y cuidarlo. La preocupación ambiental no son solo ideas, también implican sentimientos y acciones.

Junto a muchos otros premios, Klum es considerado prácticamente un héroe nacional en Suecia, donde recibió un reconocimiento por su aportación a la fotografía de naturaleza de manos del mismísimo rey. Tampoco podemos olvidar que dos de sus ocho libros han recibido el premio anual de la WWF, organización a la que pertenece como miembro del consejo de administración en Suecia.

Entrevista

¿Como fueron tus comienzos?
Siempre me han interesado los animales. Al principio pensaba ser granjero pero después de un par de años criando patos y gallinas me di cuenta de que los lagartos, las serpientes y los animales salvajes eran más interesantes. Me enamore de la naturaleza que rodeaba la casa de verano de mis padres en la que pasaba todas mis vacaciones.

Durante mi niñez también me cautivaba la pintura, escultura, dibujo, fotografía y toda clase de modalidades artísticas. Un día, cuando tenía 14 años, entré en el estudio de mi padre y encontré una antigua Pentax. Se la pedí prestada y… ¡nunca se la devolví!

¿Cual ha sido hasta el momento tu encargo preferido?
Nunca olvidaré mi experiencia en Borneo, mi primer encargo. Tenía 20 años y viajaba con un cazador Punan que solo hablaba su propio idioma. Mientras que el iba ligero como una pluma ¡yo cargué con 47 kilos de equipo!. Caminamos a través de las selvas tropicales durante cinco largas y silenciosas semanas. Lo que vi en ese entorno tan magnífico fue absolutamente impresionante. Tuve que volver.

¿Qué tiene de especial el portafolio de Malasia?
Cuando decidí ir a esta expedición de 14 meses a Malasia, era consciente de que superaba todo lo que había hecho antes. Hacía fotografías para National Geographic, exposiciones fotográficas, un libro y un CD-ROM. También rodé una película y participé en 30 programas de radio. ¡Organizar cada detalle fue una labor impresionante!

Viajé con un pequeño equipo: un coordinador, el asistente de cámara y el asistente técnico, mi mujer, un técnico de sonido y otro fotógrafo. Cargamos con 2.000 Kg de equipo que incluía paneles solares, material para la filmación en vídeo y un globo de aire caliente. Y por supuesto la comida: arroz, atún, sardinas, galletas, mermelada y conservas de maíz.

Para camuflarnos construimos 11 plataformas de entre 35 y 70 metros utilizando el equipo de escalada. Anticipábamos donde iban a alimentarse los animales y esperábamos días, semanas, meses. Nunca sabíamos que es lo que se iba a acercar.

Trabajamos períodos de tiempo extremadamente largos, lo que no dejaba de ser agotador. Sin embargo, siempre tenía presente mi meta: captar el alma del bosque y sus habitantes. Intentaba ver más allá de las especies y buscar el carácter propio de cada individuo o lugar.

¿Qué animal te ha resultado más divertido de fotografiar? Es difícil responder a esa pregunta pero creo que los orangutanes en Borneo son un firme candidato. En el equipo trabajamos durante mucho tiempo construyendo plataformas sobre las copas de los árboles desde las que tomar las fotografías. En vista de todo el esfuerzo y de las grandes expectativas que teníamos, puedo decir que el orangután es el animal que primero me viene a la mente. Recuerdo una mañana fantástica en la que conseguí unas estupendas fotos en movimiento de una madre y su hijo mientras estos comían de un árbol frutal.

¿Y el más peligroso? Creo que cuando realicé en 2001 el encargo sobre la Cobra Rey para la revista National Geographic. Se trata de la serpiente más venenosa del mundo. Los leones asiáticos en la India tampoco fueron ningún paseo por el parque; tenía que acecharlos a pie para acercarme verdaderamente a estos grandes felinos. ¡Eso era emocionante! Pero uno tiende a olvidarse de que la malaria es la enfermedad que más muertes causa en el mundo. Y ésa es la enfermedad que peor me lo ha hecho pasar.

¿Para qué utilizas las unidades de flash cuando realizas fotografías en las selvas tropicales? Tomar fotografías es como dibujar con luz y cuando las condiciones de luz son extremadamente pobres (como ocurre en las selvas tropicales), entonces un trípode y un flash son de una ayuda incalculable. Además pienso que es divertido, proporciona muchas oportunidades y es un desafío para el fotógrafo.

Ahora que has ocupado tres portadas de National Geographic, ¿sigues teniendo algún sueño como fotógrafo? Por supuesto, siempre es maravilloso que tus fotografías gusten y lleguen al gran público, pero quizás soy un poco ingenuo ya que mis objetivos y sueños con las fotos se centran en conmover a la gente para que reaccione y dedique más cuidados a la naturaleza. Si una foto puede inspirarles, tal vez pueda hacer que empiecen a reciclar su basura, que elijan productos respetuosos con el medio ambiente, que no tiren las pilas en cualquier parte o que dejen de comprar productos realizados con madera de selvas tropicales. A veces, cuando la gente joven viene y dice que, por ejemplo, han realizado un viaje a una selva tropical y han vuelto a casa realmente llenos de la experiencia, también significa que si comienzan a viajar más por Suecia, su propio país, descubren que aquí también tenemos un entorno natural. Así que mi propósito es lograr que la gente sienta algo cuando mire mis fotografías. Esa es la fuerza esencial que me impulsa.

¿Algún consejo para los aspirantes a fotoperiodistas? Si eres sincero y tienes algo que decir, esto se verá en tus fotografías. Si deseas trabajar profesionalmente, intenta inspirarte en otros fotógrafos y artistas de diferentes campos pero toma tu propio camino. Fíjate en las expresiones en lugar de la técnica. Una buena técnica es importante pero el auténtico arte necesita venir de tu interior. ¡Sigue a tu corazón!.

De expedición con Apple

Usuario de Apple desde hace décadas, Mattias Klum opina que se trata de «Un sistema más inteligente e intuitivo, una plataforma más potente desde la que hacer mi trabajo.» En su estudio dispone de dos Power Mac G5 y una horda de otros Mac conectados a un RAID Xserve de 5.6 Terabytes, y algunos de los programas que utiliza con frecuencia son Adobe Photoshop CS, Final Cut Pro, DVD Studio Pro y Photo Mechanic.

Durante las expediciones Klum utiliza su portátil PowerBook G4 para escribir su diario, comunicarse, editar vídeo y visualizar sus imágenes allá donde esté. «Tengo mucho cuidado con el porque no me gustaría quedarme en la estacada; pero el mero hecho de llevarlo a la selva tropical, al Himalaya o en un barco rumbo a las Islas Galápagos ya es una prueba sobre el terreno que la mayoría de la gente nunca se atrevería a realizar.» Para protegerlo del agua y la suciedad utiliza una maleta rígida Pelican y aunque lleva consigo un cargamento de baterías, en expediciones como la de Borneo se sirvió de un generador solar para recargarlas durante los 14 meses que estuvo en la selva tropical.

Antes de la era digital, Klum podía gastar entre 200 y 400 carretes en una sola expedición e incluso llegó a superar el millar en una ocasión. Todo se enviaba a National Geographic para ser procesado y cuando estaba listo, volaba en persona hasta las oficinas de Washington D.C. para reunirse con el editor y seleccionar las mejores imágenes.

Ahora y desde que se decidió a añadir una Canon EOS 1Ds Mark II a su equipo (que también incluye una EOS 1N) puede editar buena parte del material sobre el terreno. Pese a ello afirma que «Si le preguntas a un pianista probablemente te dirá que aunque tenga un buen sintetizador o un teclado, sigue disfrutando de su Steinway. Es un sentimiento, un aspecto, una calidad determinada. Algunas cosas pueden ser mejores en digital, pero sin importar lo brillantes que sean los sistemas digitales siempre sentiré la necesidad de seguir utilizando la película.»

Enlaces relacionados