Leslie Fratkin

Leslie estudió cine y fotografía en la Universidad Estatal de Nueva York en Albany, pero su verdadera educación comenzó el día que terminó las clases en primavera de 1983. Cogió su mochila y se dirigió a la ciudad de Nueva York, donde aprendió los entresijos de la fotografía trabajando como asistente y realizando toda clase de asignaciones. Un año más tarde se convirtió en freelance y comenzó a trabajar para MTV, Newsweek, Rolling Stone, y el Village Voice.

En 1986 Fratkin se trasladó a Melbourne, Australia, y dividió su tiempo entre trabajos comerciales y fotografiando todo lo que se ponía ante su objetivo en las ciudades y océanos del continente. Cinco años después regresó a Nueva York para embarcarse en varios y extensos proyectos sobre la mujer que combinaron fotografía, entrevistas, y textos. Su trabajo ha sido exhibido en la ciudad de Nueva York, Londres, Florencia y Berlín, y ha aparecido en diversos libros incluyendo Rent, Black and White Washington, MTV’s The Real Real World, y Volare : The Icon of Italy in Global Pop Culture.

La primera vez que Fratkin visitó Bosnia fue en 1995, y encontró a diversos fotógrafos, cineastas y artistas que hacían su vida allí. Inmediatamente después de volver, comenzó a reunir un proyecto multimedia esponsorizado por Human Rights Watch: Sarajevo Self-Portrait: The View From Inside, que vió la luz entre el 2000 y el 2001 en diversos medios.

Entrevista

¿Cómo fueros tus inicios?

Hice mi primera foto cuando tenía unos seis o siete años. En ella salía un borroso árbol que había frente a mi casa. Me encantaba y traté de mostrar mi afinidad con este lugar, aunque sin conseguir precisamente unos resultados brillantes.

No entre de lleno en la fotografía hasta que comencé la universidad y aprendí lo básico. Un amigo mío recuerda vistosamente el día en que oyó mis gritos estridentes de entusiasmo cuando vi por primera vez como una fotografía se mostraba a través de los productos químicos. A partir de aquel momento me obsesioné completamente, avanzando rápidamente en el dominio del cuarto oscuro, y devorando cada libro de fotografía que caía en mis manos.

Al terminar la universidad me dirigí a la ciudad de Nueva York con la determinación de introducirme a mi misma en el mundo de la fotografía profesional y aprender todo lo que pudiera. Comencé a trabajar con un fotógrafo muy ocupado, y así entré en contacto con todo lo asociado al negocio. Le asistía en el estudio, realizaba encargos, y corría por el cuarto oscuro, en el que no solo aprendí a revelar sino también a reconocer como diferentes películas y condiciones de disparo afectan de forma determinante al aspecto final de las imágenes. Por supuesto, también hacía trabajos menos agradecidos, como limpiar el estudio después de largas sesiones fotográficas, o entregar paquetes y películas en bicicleta por todo Manhattan durante tormentas de nieve. Un año más tarde me establecí por mi cuenta.

¿Cual ha sido tu encargo preferido?

He visto y hecho muchas cosas grandes. He viajado a sitios increíbles y he llegado a conocer y fotografiar a gente en toda clase de situaciones insólitas y fascinantes. Pero Sarajevo y el trabajo que hice allí representan con mucho lo más importante que he hecho.

Me sentí arrastrada a través de las palabras con las que tratar de atestiguar no solo los edificios y ciudades sino también familias completas y su sociedad. Cada minuto estuvo repleto con las historias de las personas que encontré, de como lograron sobrevivir al horror de la guerra.

Como movida por el viaje que estaba realizando, fui golpeada por la «historia real» y enseguida comprendí que la tragedia de Bosnia no me pertenecía, aun cuando el mundo había sido inundado con sus imágenes durante muchos años. La mayoría de esas imágenes habían sido realizadas por extranjeros, turistas de guerra como yo.

Entonces comencé a encontrar a muchos otros fotógrafos, cineastas, y otros artistas de Sarajevo; gente que decidieron quedarse en su ciudad durante el sitio para documentar su destrucción mientras luchaban por sobrevivir. Así decidí crear Sarajevo Self-Portrait: The View from Inside, una exposición itinerante, una serie de películas, una página web, y un libro que combina las imágenes y palabras de diez fotógrafos de Sarajevo.

El propósito de este proyecto fue mostrar una visión auténtica de un país en guerra, desde una perspectiva nueva, más íntima, que refleje la guerra a través de los ojos de los que la viven desde dentro.

La exhibición se estrenó en Washington, D.C. en el año 2000 para coincidir con el quinto aniversario del acuerdo de paz de Dayton, cuya firma marco, al menos en apariencia, el final de la guerra de Bosnia.

¿Qué tuvo de especial tu trabajo en Sarajevo?

Estuve fotografiando una historia sobre un festival de artistas femeninas en Ljubljana, Slovenia, en 1995. En mi última noche allí conocí al director del Sarajevo Film Festival, el cual me contó como después de varios retrasos (debido al cese del alto el fuego y a toda clase de carencias eléctricas) el primer festival iba a tener lugar en pocas semanas. Me sentí muy intrigada acerca de las historias que me contaba y del increíble esfuerzo que estaban realizando para organizar ese complicado evento internacional en mitad de una guerra, de modo que acepte inmediatamente su ofrecimiento de acompañarle a Sarajevo.

Recorrimos la costa croata hasta llegar a la ciudad de Split, donde conocí a un hombre llamado Igor. En innumerables veces, había arriesgado su vida durante la guerra conduciendo por toda Bosnia transportando gente, alimentos y otros suministros; en esta ocasión, yo sería la carga.

No pasamos por un solo pueblo o ciudad que no mostrase pruebas de guerra. Había agujeros de bala y señales de explosiones en cada cara de cada edificio y ruinas carbonizadas de pueblos enteros. Recuerdo haber pensado “Entonces esto es a lo que se parece una guerra”. Al mismo tiempo que tenía este vago sentimiento, era como si de algún modo ya lo hubiese visto todo antes, casi como si estuviese dando un paso por los gigantescos decorados de alguna película –una trágica película sobre una horrible guerra. Aún no había hablado con un solo alma, apenas había salido del coche, pero ya estaba envuelta por este país.

¿Algún consejo para los que quieran llegar a ser fotoperiodistas?

Creo fuertemente en que lo que hace grande a un fotógrafo no es una bolsa repleta de caros equipos o un titulo académico en teoría de la luz. Un gran fotógrafo presta atención a todo lo que ve, oye y siente.

Lo más importante es abrir los ojos y el corazón para permitirnos imaginar lo que siente la persona a la que queremos fotografiar. Lo peor que puedes hacer es obstaculizarte a ti mismo. La pasión (ya sea por una idea, una persona o un lugar) es un regalo, y es la herramienta más preciada que cualquier fotógrafo puede tener.