Nacido en California, David Alan Harvey, estudió arte en 1969 y, tras graduarse en periodismo en la Universidad de Missouri, comenzó a trabajar en Kansas para el Topeka Capitol Journal. Una concesión del Virginia Museum of Fine Arts le animó a trabajar con la fotografía en color, y le dio los medios para trabajar libremente en su región natal realizando una serie fotográfica para el museo. Tras eso, volvió al blanco y negro para realizar un reportaje sobre la comunidad negra y los movimientos por los derechos civiles.

A comienzos de los 70, Harvey se mudó a Washington D.C. y comenzó a trabajar para National Geographic. Su primer reportaje lo realizó en 1973 y fue sobre una pequeña isla de pescadores cerca de Chesapeake (Virginia). Harvey estuvo en plantilla desde 1978 hasta 1986, y desde entonces se volcó totalmente como freelance. En total ha publicado más de 30 reportajes en National Geographic, y tan solo en 1994 apareció su firma en cuatro artículos: «La Mezcla Salvaje de Trinidad y Tobago» en Marzo, «La Canción de Oaxaca» en Noviembre, «Las Carreteras de Acero de Canada» en Diciembre, y la historia de portada de Junio: «Powwow—A: La Reunión de las Tribus». Incluso llegó a realizar un proyecto en España y Cuba sobre nuestra cultura que fue exhibido en el festival fotográfico internacional de Perpignon (Francia) en el verano de 1995, y del que publicó el libro Divided Soul en el 2003. Además de este, otros libros de Harvey son The Mysterious Mayas (1977), Virginia (1981), America’s Atlantic Isles (1982), y Cuba: Island at a Crossroad (1999). Como veis, Harvey ha tocado todos los palos, desde los jóvenes adolescentes franceses al Muro de Berlín, pasando por la cultura Maya, Vietnam, los nativos americanos, Mexico o Naples (Florida), pero no solo en el National han aparecido sus fotos, también Life, The New York Times y Sports Illustrated han requerido de sus servicios.

En 1978 Harvey fué nombrado Magazine Photographer of the Year por la National Press Photographer’s Association, y en el 2000 ganó en la categoría Best Photo-Essay Portraying How People Live de la revista Life. Finalmente, en 1993 se asoció a Magnum Photos y en 1997 pasó a ser un miembro formal de esta conocida agencia fotográfica.

La fotografía de David Alan Harvey tiene cierto componente lírico y destaca a menudo por sus espectaculares fondos. Su éxito como fotógrafo proviene de su sincronización con los temas que trata y su capacidad para anticiparse a lo efímero, a momentos reveladores.

Entrevista

¿Cómo fueros tus inicios?

Empecé con la fotografía cuando tenía diez u once años. Compré mi primera cámara calidad (una Leica IIIF) a los 12 ante la mirada de mis padres, que no podrían imaginarse para qué necesitaría una cámara fotográfica como esa. Yo sin embargo, había estado leyendo en revistas y libros de fotografía tradicional y sabía lo que quería.

Pagaba mi afición gracias a mi trabajo repartiendo periódicos y a que el chico de la tienda de fotos me permitió tener mi propio sistema de pago (cada semana llegaba con una enorme bolsa de peniques, monedas de diez centavos, cuartos, y billetes de dólar, e iba reduciendo mis deudas). Decía que era un fanático.

Cuando estaba en el instituto me empecé a preocupar por los coches, las chicas y demás cosas típicas de la edad. Seguía haciendo fotos, pero me sentía «algo» distraído. No quería ir a la universidad, lo que quería era hacer carreras de motos. Por supuesto, mis padres no estaban tan seguros y me dijeron «David, sabemos que nunca has sido muy conformista pero haz solo una cosa por tu mama y tu papa: Intenta al menos durante un año a la universidad».

Miré alrededor y vi que en Richmond afortunadamente había un gran panorama para el arte, el drama y la fotografía, así que me inscribí en el colegio William and Mary. Una vez llegué allí, ya no volví a pensar de nuevo en motos. A mis padres les salió bien.

De ahí pasé a la universidad de Missouri, un buen lugar para establecer contactos profesionales, incluyendo gente del National. Empecé a trabajar en el mejor periódico de la zona, el Topeka Capital-Journal, en Kansas. Era el mejor primer trabajo que nadie pueda tener. De hecho, cuatro fotógrafos de este pequeño periódico trabajamos ahora para National Geographic.

Tras dos años y medio, a los 23, pensé que estaba un poco estancado y decidí probar suerte con las grandes revistas: Life, Look, y National Geographic.

No sabía muy bien como lograrlo pero decidí ir a por una concesión del Virginia Museum of Fine Arts, en Richmond, y la conseguí. Esto me dio suficiente dinero y confianza como para pasar un año realizando un ensayo fotográfico en color con música y entrevistas en Virginia Beach, mi ciudad natal.

En cierto momento, me dirigí a Washington y enseñe mi trabajo a algunos editores de National Geographic. Les gustaba mi estilo y me pidieron que les presentara alguna propuesta de historia. Les propuse la isla de Tangier, y este se convirtió en mi primer encargo (“Esta es mi Isla, Tangier” en Noviembre de 1973). Tras este, realicé otros encargos, y en 1978 me uní como miembro del equipo.

¿Cual ha sido tu encargo preferido?

Cuba. Antes de ella, mi favorito era un reportaje que realicé en Oaxaca, Mexico, algunos años atrás (“La Canción de Oaxaca”, publicado en Noviembre de 1994), pero cuando me encargué de Cuba me enamoré de ella.

Disfruto con todos mis encargos en mayor o menor nivel. Bueno, excepto con la historia de Eskimo (“Cazadores del Espíritu Perdido”, publicado en Febrero de 1983) y la del tren de carga Canadiense (“Las Carreteras de Acero de Canada” en Diciembre de 1994). Tienes a dos tipos llevando un tren cargado de trigo en un país que es absolutamente maravilloso si estuviésemos de vacaciones con la familia, pero tremendamente aburrido si estás haciendo un reportaje.

Disfrutar en un lugar y hacer una buena historia son dos cosas diferentes. Canadá está demasiado limpio y todo es demasiado agradable. Pera que una historia sea buena tiene que tener un poco de tensión.

¿Que tuvo de especial este lugar para ti?

Me gusta su historia, su gente, su intensidad. Me gusta el Caribe en general.

Cuba está llena de contradicciones. Puedes encontrar una cultura del tipo “No hay problema, se feliz”, palmeras, preciosas playas, y las cosas que puedes encontrar en otras islas del Caribe, pero con el socialismo.

No conozco a nadie que no pudiera enamorarse de la gentes de Cuba. Son realmente amistosos y aman a los americanos. Es extraño pensar que somos su peor enemigo político y aún así los cubanos se muestras increíblemente humildes. En un país capitalista todo es yo, yo, yo, «yo lo hice». Por supuesto en Cuba es justo al contrario, y a veces juega en su contra porque el incentivo no se recompensa.

Estar en Cuba es como retroceder en el tiempo. Como si los coches y la gente estuviese pasada de moda, ingenua, e inocente. El socialismo parece hacer a algunas personas infantiles, y parte de ello es realmente tierno.

Aún así, fotografiar en Cuba fue todo un reto. Necesité la ayuda de unas 10 o 15 personas diferentes, además de un ayudante que no se separaba de mis talones. Tenía gente para conseguir permisos y reuniones con los funcionarios. Empleé conductores y taxis para recorrer las calles errantes, echando un ojo para mí. Tenía que crear una especie de oficina en cada lugar, y mi hotel se convirtió en mi centro de mensajes. Había una cantidad increíble de trabajo como relaciones públicas.

¿Algún consejo para los que quieran llegar a ser fotoperiodistas?

Soy anti-equipamiento. Cuando doy algún taller o seminarios, lo primero que les digo a mis alumnos es que vuelvan a sus habitaciones con todas esas cámaras y se queden con una sola con un único objetivo. Yo en mi caso casi siempre me limito a una Leica M6 con un 35mm.

Hay que esperar a que la luz sea buena. Necesitas un montón de paciencia. He estado en lugares donde la luz era preciosa justo después de que todo el mundo se hubiese ido.

La buena fotografía trata sobre lo que pensamos y observamos, y requiere de paciencia y buenas dosis de relacionarnos personalmente. Es una combinación de cosas. Aprender toda la técnica y demás es importante pero la intuición juega una gran parte también.

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