Nacido en la Colombia Británica, la provincia más occidental de Canadá, en 1970, Anderson pasó su juventud en las llanuras del oeste de Tejas. Tras graduarse en la Universidad Abilene Christian, empezó a trabajar como fotógrafo en plantilla para el Longmont Times-Call en Longmont, Colorado. En 1995 dejó el periódico para empezar a trabajar con Life, Time, Stern, Audubon, Skiing, Sports Illustrated, y otras revistas de igual talla. Fue miembro de Aurora & Quanta Productions, una agencia creada por otros fotógrafos de National Geographic como Peter Essick, Robb Kendrick, Joanna Pinneo, José Azel, Lynn Johnson y Robert Caputo, que dejó en el 2002 para pasar a formar parte de la VII Photo Agency, la cual también terminaría dejando para poder crear su propia agencia, Edge. En la actualidad se encuentra contratado por U.S. News & World Report y, es un colaborador regular de las revistas The New York Times y National Geographic Adventure. Cuando no está en la carretera viajando, tiene su hogar en Boulder, Colorado.

Los distintos intereses de Anderson le han llevado a realizar reportajes sobre las águilas pescadoras en Maine, la guerra de Bosnia, y el esquí en Chile. Además, su trabajo ha sido reconocido por galardones como la Medalla de Oro Robert Capa (uno de los mayores honores del fotoperiodismo) por su artículo sobre los inmigrantes Haitianos (en el que intentó llegar clandestinamente a los EE.UU. junto a ellos en una patera), The Visa D’Or en Perpignan por su artículo sobre la crisis de los refugiados Afganos, el premio Kodak Young Photographer of the Year por su artículo sobre los lanzadores de piedras de Gaza, o el más reciente de todos, el Magazine Photographer of the Year de la BOP 2005 en Marzo de este año.

Entrevista

¿Cómo fueros tus inicios?

Cuando tenía nueve o diez años empecé a mirar las fotografías de William Albert Allard. Me impactó el que, aunque las imágenes eran preciosas, no solo eran eso, tenían otra cosa. Me hicieron sentir y comprender de un modo que no podría explicar con palabras. Las fotos me proporcionaban información que no era literal, y las vi como una forma de comunicación donde todos hablamos la misma lengua. Esto hizo que me interesase en el arte y en contar historias: la fotografía es una excitante mezcla de las dos cosas.

Ahorré hasta poder comprar mi primera cámara en el instituto, y aunque no estudiaba fotografía cargaba con ella a todas partes en el colegio. También acompañaba a un amigo de la familia, David Leeson, que era fotógrafo para el Dallas Morning News.

Sabía que quería ser fotógrafo, pero pensé que solo era un sueño… como querer ser estrella de rock. Sin embargo, mientras me aplicaba en la graduarme en antropología, un pequeño periódico de Colorado puso un anuncio de que necesitaban un fotógrafo. Les mandé algunas fotografías y me contrataron. Después de dos años y medio allí, le enseñé mis fotografías a José Azel, que se convirtió en mi mentor y me ayudó a desarrollar ideas para historias y pulir mi técnica. Comencé a enseñar mis fotos a los editores de diferentes revistas y terminé dejando el periódico para empezar a trabajar como freelance y miembro de Aurora.

¿Cual ha sido tu encargo preferido?

En Marzo de 1998 pasé cuatro semanas en China del norte y central en un encargo para la revista Skiing. Fue un trabajo maravilloso por muchos motivos. El viaje estuvo repleto de aventuras y fui afortunado de visitar lugares que pocos forasteros consiguen ver. Más importante, tuve la oportunidad de conocer a una gente maravillosa y compartir durante un tiempo sus vidas. Me invitaron a sus casas, me ofrecieron su comida, y como no, su amistad. Debo agradecérselos por eso.

Físicamente, fotografiar en China central era difícil. Tenía que trabajar a una altitud media de 4267 metros, donde las cámaras se hacen pesadas de transportar. Las temperaturas durante el día rondaban los -17°C y durante las noches hacía mucho más frió. El viento era terrible y no comí apenas nada durante un par de semanas.

Pero por otra parte, trabajar en este lugar fue muy agradable. La gente era abierta y me aceptaba sin problemas (en muchos lugares en los que he trabajado esto no es precisamente siempre así). Me siento muy afortunado y privilegiado de haber podido conocer a tanta gente diferente y ver al descubierto sus vidas.

Durante mi estancia, mi guía Tibetano me llevó a un sitio donde había tenido lugar un «funeral en el cielo». Caminamos a lo alto de una montaña hasta una gran roca donde un cuerpo había sido desmembrado y preparado por los «enterradores» algunas horas antes. Entre el ondular de las banderas budistas, los pájaros carroñeros se alimentaban con los restos. Los Tibetanos creen que una vez que el cuerpo se ha ido, el alma es libre también para hacerlo. Para mi fue una visión espantosa, pero muy hermosa a la vez.

¿Que tuvo de especial este lugar para ti?

Por muchas razones. De niño soñaba con ser explorador, y esta es la vez que más cerca me he sentido de serlo. Viajé a la región montañosa de A’nyêmaqên al sudeste de Qinghai, donde no hay muchos de forasteros que digamos.

Había venido a China con un escritor llamado Mike Finkel para trabajar en un artículo sobre el esquí. Mientras lo hacíamos conocimos a algunos nómadas y nos sentimos intrigados por ellos. Nos adentramos más profundamente en las altas mesetas para conocer a otros, y se convirtieron en nuestros amigos.

Hablé con ellos y los fotografié. Me sentía libre para explorar su historia. No había ninguna de las presiones a las que generalmente nos sometemos para intentar ilustrar las ideas de otro sobre una historia.

¿Algún consejo para los que quieran llegar a ser fotoperiodistas?

Pienso que es muy importante estudiar el trabajo de otros fotógrafos y pintores. Cuando iba al colegio solía ir a las librerías para mirar las portadas de los libros y las revistas. Yo no recibí una educación formal en fotografía, pero estudié las fotografías que me gustaban e intenté aprender a ver de la misma forma que esos fotógrafos.

De todas formas, al final tienes que hacer tus propias fotos. No tenemos que bloquearnos pensando en el modo en el que otras personas piensan que se hacen las buenas fotos. Las fotos verdaderamente buenas no se ajustan a ninguna formula ni guía de manual. Hay millones de fotógrafos ahí fuera, pero un editor querrá ver tu visión de las cosas.

Es importante aprender a hacer buenas fotos y como ponerse a uno mismo en situaciones que le lleven a poder hacerlas. Los fotógrafos que admiro más no son solo buenos técnicamente, también lo son en su forma de pensar. Piensan creativamente acerca de como acercarse a la historia, de como es la mejor forma para contarla, y cuando, donde, y como podrán darse situaciones que se traduzcan en buenas fotografías. A veces conseguimos una buena foto intuitivamente, pero otras veces lleva su tiempo planificar donde se va a realizar y como.

Otra forma de conseguir situaciones potencialmente buenas para hacer fotos es tratando con la gente. Los buenos fotógrafos pueden hablar con la gente, hacerles sentir cómodos, y tratarles con dignidad. Estoy convencido de que esa relación se mostrará luego en la película. Cada fotógrafo tiene su propio modo de lograr esto, pero todos los buenos fotógrafos lo hacen. Como dijo Robert Capa, «Que te guste la gente y que ellos lo noten».

Disparad un montón de fotografías. Disparar y experimentar.

Pienso que la cosa más importante es tener pasión por las imágenes. Esta pasión parece abrumarme a veces. Puede dar miedo, como si fuese algo que me va a devorar, a consumir. Puede ser ciega y dura en algunos momentos de la vida, pero también puede verse muy recompensada. Si es lo que deseas hacer, tiene que ir tras ello, siendo consciente de que el trabajo duro y el sacrificio serán requisitos fundamentales.

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